Especial sobre este ilustrador, historietista y docente, uno de los fundadores de
El Especial que publicamos contiene entrevista, imágenes e historieta.
“SIEMPRE
QUEREMOS UN POQUITO MÁS”
ENTREVISTA A CRISTIAN MALLEA
Por Laura Ponce
CRISTIAN MALLEA siempre supo que quería dibujar, pero primero intentó ser músico, abogado, fotógrafo y camionero. Terminó dando con el taller de Horacio Lalia, para ser su primer alumno y, más tarde, su ayu-dante; junto a él publicó en Italia y Alemania. También colaboró con el gran Lucho Olivera. Ilustró libros esotéricos, esco-lares y políticos para diversas editoriales latinoamericanas. En 1997 se inició en la autoedición y fundó
¿Qué te movió a hacer historieta? ¿El impulso nació como una unidad con la imagen o por separado?
Supongo que la unidad con la imagen sucedió por la juntura de los contrarios, como a veces suele suceder. Me explico: mi viejo era ciego, mi vieja casi lo es y sospecho que ese vacío de imágenes (nótese que no digo “luz”, porque de eso sobraba en mi casa) lo suplieron haciéndome amar de pequeño toda expresión de arte visual. Muchos libros, muchas fotos, mucha iconografía folklórica cuyana, mucho estímulo visual. También mucha música. Cosa que no puedo separar de las imágenes, todavía hoy. Cuando recuerdo, por ejemplo, aquellos soldaditos a caballo, suena en mi cabeza aquella banda sanjuanina “
Toda una mítica gauchesca entrando en vos.
Desde luego, yo mismo me considero uno de aquellos gauchos que fueron mis abuelos. Cada vez que voy a San Juan, me siento parte de la tierra; y me duele el alma cuando me voy. De chico era la costumbre llorar mirando por la ventana del micro cómo las montañas se alejaban. El primer Mallea fue uno de los fundadores de San Juan y eso siempre se recordó en mi casa, mucha tierra tenía la familia y aún un tío mío (Don Amancio) pervive en aquella lejanía llamada Punta del Agua.
Así, la imagen se me imponía como herramienta para expresar mi parecer ante el mundo desde muy chico. La primera historieta que recuerdo la dibujé en un cartón separador de golosinas que había en el kiosco de mi viejo. Ahí describía una costumbre que tenía, me encantaba ir a esperar a mi viejo cuando bajaba del colectivo 172, el placer de ir con él de la mano hasta casa.
(...)
Para leer la entrevista completa: Revista PROXIMA nro.11 - pag 27
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